En la República
Dominicana se destinan 18 pesos percápita por estudiante en educación física y
deportes, conforme el presupuesto asignado al Instituto Nacional de Educación
Física (INEFI). Mientras que México, Colombia, Venezuela y Cuba destinan un
promedio equivalente a 80 pesos dominicanos.
Tal desigualdad
explicaría, entre otros factores fundamentales, el gran desempeño de esos
países en los recientes juegos Centroamericanos y del Caribe, en los que Cuba
estuvo impedida de participar, pero de la que eran esperables iguales
resultados.
Pero para los
dirigentes y funcionarios de la educación física y el deporte escolar esa
desigualdad va más allá de lo educativo y lo recreativo, por lo que no la toman
deportivamente.
Ellos estuvieron
reunidos la semana pasada en la sede del Comité Olímpico Dominicano (COD) en la
Consulta Sectorial de la Estrategia Nacional de Desarrollo (END) 2010-2030 en
Educación Física y Deporte Escolar, para enriquecerla.
“Según la Organización
Mundial de la Salud, la actividad física regular en niños reduce las
enfermedades no transmisibles, como la obesidad y los problemas
cardiovasculares, que están relacionados con la baja actividad física en un
mundo tan sedentario como el de hoy.”
Así lo apunta Nelson
Acevedo, coordinador de la Red de Educación Física y Calidad, organismo del que
forman parte el COD, el Centro de Estudios de la Educación del Instituto
Tecnológico (Intec), y el apoyo del Inefi, dependencia del Ministerio de Educación.
“Esos países, para
limitarnos a América Latina, se destacan por una gran inversión en la educación
física de base, lo que garantiza que sus futuros atletas tendrán buenas
condiciones físicas y deportivas, buenas condiciones de salud, buen desempeño,
trabajo en equipo”, comentó Acevedo.
La propuesta END
promueve, para el desarrollo integral del país, la cultura de la práctica
sistemática del ejercicio físico y los deportes, que elevan la calidad de vida,
como componentes de la formación integral del sistema educativo, y fomentan la
creación de capacidades competitivas y de alto rendimiento para el desarrollo
personal y para el intercambio local, nacional e internacional.
Es también consenso
mundial que la actividad física y deportiva inciden en la reducción de la
conducta de riesgo al consumo y tráfico de drogas y a otras formas de
delincuencia en los jóvenes, pues “un joven ocioso está más tentado, más
inclinado a prácticas nocivas”.
Acevedo reconoce que un
joven que practica deportes de manera regular tiene mejores aspiraciones,
mejores expectativa de vida, de futuro, de cumplimiento de metas, distinto al
prototipo de jóvenes que la prensa recoge frecuentemente, “que no es una
mayoría, pero pueden crear una tendencia”.
Lamentó la inexistencia
en el país de indicadores en el área de la educación física y los deportes y
que la mayoría de los fondos sean destinados a las disciplinas de alto
rendimiento.
“La base no tiene una
inversión apreciable y, según las tendencias en muchos países, también se
requiere invertir en la profesionalización de los instructores, de los
profesores y de los directivos de la educación física y el deporte, en lo que
estamos muy flojos”, comentó Acevedo.
La inexistencia en el
país de una política articulada, que permita la obtención de datos mucho más
concretos para un diagnóstico del sector, obliga a recurrir a veces a un censo
que hace dos años realizó el Ministerio de Deportes, que sólo hace referencia a
la cantidad de profesores en educación física, por estar enfocado al deporte de
alto rendimiento. Y el Ministerio de Educación apenas dispone de datos sueltos.
Acevedo, egresado de
Intec con una maestría en educación, cita reflexiones más empíricas que
relacionan el déficit de maestros de educación física con la poca cantidad de
niños que la reciben.
“Y de esos que la
reciben, casi ninguno recibe la cantidad de horas recomendadas por los
parámetros internacionales, dos a tres horas por semana, no una hora, por falta
de profesores de educación física”.
Estima en alrededor de
quinientos o menos los profesores de educación física y deportes entre los
graduados en Cuba y en el país, en la Universidad Autónoma, el Instituto Salomé
Ureña del Ministerio de Educación y un pequeño grupo de la Universidad
Evangélica, que recién abrió esa carrera.
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